Bajo unos 45 sofocantes grados reposaba en su silla de sol tomar.
Quería estar roja. Quemada.
Descascararse en partes y sacarse los pellejos de los hombros con los dientes.
Sentía morirse en cámara lenta mientras tomaba agua tibia y hacia fuerzas para seguir ahí.
Chivando.
Tenía el acto de fin de año al otro día y quería estar esplendida. Esta vez le había tocado el papel principal, de tomate.
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